Durante décadas, el llamado Plan Andinia fue considerado una de las teorías de conspiración más extravagantes de Sudamérica: una supuesta estrategia para instalar un Estado israelí en la Patagonia, desmembrando parte del territorio argentino y chileno. Mencionado en foros marginales, libros conspiranoicos y discursos de ultranacionalistas, el Plan Andinia era, para muchos, un mito más.
Sin embargo, los tiempos cambian. Y en los últimos años, lo que antes parecía una locura, hoy comienza a levantar algunas cejas.
¿Qué es el Plan Andinia?
La idea original plantea que, ante una eventual destrucción de Israel o un colapso regional, parte del pueblo judío ?y en especial el sionismo más ortodoxo? tendría un plan alternativo: instalarse en una zona estratégica, rica en recursos naturales y con baja densidad poblacional. ¿Dónde? En el sur de Argentina y Chile, especialmente en la Patagonia.
Aunque no existe documentación oficial que lo respalde, esta teoría se reactivó cada vez que se incrementaron las compras de tierras por parte de magnates extranjeros en la zona, o cuando políticos israelíes aparecieron con mapas donde la Patagonia no estaba señalada como territorio argentino.
Señales que inquietan
En los últimos años, se sumaron ciertos elementos que alimentan el mito:
Compras masivas de tierras por parte de extranjeros en zonas clave, muchas veces con acceso restringido a locales.
Presencia militar y ejercicios conjuntos con fuerzas extranjeras en zonas patagónicas.
Interés geopolítico creciente sobre el agua, los recursos minerales y el litio.
Migración silenciosa de ciudadanos israelíes al sur, bajo proyectos de turismo, agricultura o start-ups tecnológicas.
Mapas polémicos, como el que se vio en una reciente reunión entre funcionarios israelíes y argentinos, donde la Patagonia aparecía separada del resto del país.
¿Paranoia o preparación?
El poder de la narrativa
Es difícil separar realidad de conspiración. Tal vez no exista ningún "plan maestro" redactado en una oficina secreta. Tal vez solo estamos viendo movimientos dispersos que se interpretan bajo una misma lente. Pero también es cierto que las conspiraciones, cuando tienen algo de verdad, suelen empezar así: como ideas absurdas que se vuelven aceptables con el tiempo.
Y no se trata de antisemitismo ni de demonizar pueblos enteros. Se trata de preguntarnos quién está tomando decisiones sobre nuestros territorios, nuestros recursos y nuestro futuro? y por qué.